Los chicos estaban orando desde hace un mes por las vacaciones de verano, y había llegado el día en que conocerían si Dios les había respondido y en qué forma.
Estaban esperando que sus padres les digan si este año irían
o no a la playa. Estaban muy ansiosos, pues ya se imaginaban barrenando las
olas, luciendo sus trajes de baño, haciendo castillos en la arena, etc.
Estaban casi seguros de lo que dirían sus padres, que
viajarían en el mes de enero, cuando hace más calor y no llueve tanto, además
generalmente papá tiene días libres en ese mes. Todo cerraba al dedillo.
Ya pensaban en hacer una lista con las cosas que no deberían
olvidarse, como un juego de naipes, unas revistas de pasatiempo, hojas, lápices
y la pelota. Ah! La caña de pescar! El verano pasado vieron cómo un niño de su
edad sacaba peces del agua como si fueran conejos, y se lamentaron de no poder
pescar por no contar con el equipo completo.
Finalmente los padres de los chicos llamaron a una reunión
familiar y dieron a conocer su decisión:
“Niños, este año hemos remodelado la casa y esto nos ha
traído muchos gastos, que si bien estaban contemplados en nuestro presupuesto,
nos han dejado con pocos ahorros. No creemos que sea prudente gastarlo para las
vacaciones. Así que hemos decidido quedarnos y hacer vacaciones en casa.”
Las caras de los niños se iban desfigurando a medida
que oían la peor noticia de sus vidas. Uno de ellos se puso a llorar, la
hermanita pataleaba en el suelo y el mayor de los niños se quedó mudo, como si
le hubieran cerrado la boca y no podía emitir una sola palabra.
Los papas, aunque estaban tristes, les dijeron palabras de
aliento y lograron calmarlos diciendo:
“Chicos, amamos a Dios, y le hemos pedido a Él que nos guíe
en esta decisión, le hemos dicho que queremos hacer su voluntad, porque es
agradable y perfecta y hemos entendido que debemos reservar nuestros ahorros, y
que este año hacer las vacaciones en casa es lo mejor para nosotros aunque no
lo entendamos.” Explicó el papá, y luego agregó que en la Biblia hay una
promesa que Dios le hace a quienes le aman y que dice:
“Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para
el bien de los que lo aman y son llamados según el propósito que Él tiene con
ellos” Romanos 8:28
Entonces, aunque los chicos estaban desilusionados porque no
podrían ir al mar este verano comprendieron que si había orado para preguntarle
al Señor qué debían hacer, y él había respondido de esta manera ahora no podían
cuestionar la decisión. Seguramente quedarse en casa esas vacaciones cooperaría
para el bien de ellos, aunque en ese momento no sabían bien por qué.
Cuenta la historia, que ese verano una mañana escucharon el
timbre de su casa. Eran sus primos que venían de lejos a visitarlos de
sorpresa. Los chicos saltaban de la alegría con saltos y gritos de júbilo tan
eufóricos que hasta algunos vecinos salieron a la puerta para ver de qué se
trataba semejante alboroto.
En ese instante, uno de ellos miró al cielo y recordó la
promesa que Dios le había dado, y entendió que aquella decisión que lo hizo
llorar tanto cooperó para el bien de ellos y de toda la familia.
Dios fue fiel con ellos y cumplió su palabra!
Por Natalia Managó
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