martes, 30 de octubre de 2012

¿NIÑOS POSMODERNOS? TENEMOS QUE GANARLOS (PARTE I)


Para reflexionar...

Niños de antes y niños actuales “Los niños de hoy no son como los de antes…” es una frase que se escucha reiteradamente de la boca de muchos abuelos, padres y docentes pero… ¿es así? ¿Los niños de hoy son tan diferentes? …Parece que sí y ello en buena medida porque las transformaciones económicas, políticas y culturales que dieron forma a ese contexto que hemos llamado posmodernidad han impactado fuertemente en la infancia actual.
¿En que son diferentes estos niños? Podríamos decir que los niños de antes jugaban más y con menos objetos: una latita podía ser un carro, una olla, un auto y más; las muñecas no necesitan hablar, las casitas no se compraban en la juguetería….no había o- games, mundos virtuales ni chat; se vestían como sus padres querían no con la ropa de…., no sabían de marcas ni psicopedagogos, ni hiperactividad ni déficit atencional. Le temían al reto, al terrible “ya vas a ver cuando venga tu padre”, a la penitencia y a las malas notas. Frente a todo esto hoy es posible sostener que la noción tradicional de infancia como un tiempo de inocencia y dependencia del adulto se ha debilitado, en parte propiciada por el acceso de los niños a la cultura popular durante fines del siglo XX y principios del siglo XXI. Este acceso infantil al mundo adulto ha originado nuevos discursos entre los infantes quienes ahora, devenidos en consumidores, tienen otra conciencia de si mismos: ya no se perciben como entidades inexpertas y dependientes de los adultos sino que se asumen como individuos independientes y capaces, en muchos planos, de arreglárselas sin el auxilio de un mayor.

Según María Cristina Rojas (2004) hay un mito de época que al equiparar el niño con el adulto tiende a descartar la fragilidad infantil y a dejar de lado la cuestión de la responsabilidad de los mayores. Los niños asumen rápidamente este nuevo posicionamiento y se comportan como “grandes” lo que despierta las quejas de los padres quienes los consideran desafiantes, casi incontrolables, incapaces de respetar a nada ni a nadie… en definitiva: tan distintos a los de antes. Podemos preguntarnos que hay detrás de este cambio, ¿por qué sobre el trasfondo de la niñez moderna se dibuja un “niño-grande “que parece capaz de autoabastecerse y que por tanto, no necesita de otros? Tal vez la respuesta más sencilla es decir que esto ocurre porque los niños ya no se perciben a si mismos como seres pequeños que necesitan del permiso del adulto y dependen absolutamente de ellos para actuar. Si bien es cierto que no todos los niños reaccionan del mismo modo a la “nueva realidad” y algunos pueden seguir manteniendo las pautas de conducta “esperadas” a la vieja usanza lo cierto es que la “nueva actitud”; los “nuevos niños” no son como los de antes y no dudan en imponerse frente a adultos que han perdido su autoridad. Pensemos ¿en que se sostenía la autoridad del adulto? En el poder que otorgaba el saber cosas que los niños (protegidos de tanta información) desconocían. Hoy los adultos y los niños se encuentran en pie de igualdad respecto de la información que manejan e incluso hay sectores en los que los infantes aventajan a los mayores (por ej. computación, internet, manejo de aparatos electrónicos, etc.).

Los abuelos y padres que antes eran férreos defensores de los valores familiares tradicionales y la disciplina severa para los niños están comprendiendo que algo ha cambiado, que por alguna razón la autoridad (adulta) se ha perdido, o mejor dicho se ha replanteado o resignificado. Ahora bien no se trata de decir con todo esto que la infancia ha desaparecido, que ya no hay niños por que no sería verdad. Lo que se puede decir es que existe una declinación de la infancia moderna que ha mutado hasta dar lugar a esta “nueva infancia”. La infancia moderna que podía ser caracterizada como la “espera por ser adultos”, la preparación para el advenimiento de la adultez (mediatizado por una serie de ritos y ceremonias de iniciación: los pantalones largos, la fiesta de quince años, el primer baile, la presentación en sociedad, el primer sueldo, el ingreso al servicio militar entre otros) ha desaparecido.

Continua...

viernes, 19 de octubre de 2012

DEVOCIONAL DE LA SEMANA: VACACIONES FUSTRADAS


Los chicos estaban orando desde hace un mes por las vacaciones de verano, y  había llegado el día en que conocerían si Dios les había respondido y en qué forma.
Estaban esperando que sus padres les digan si este año irían o no a la playa. Estaban muy ansiosos, pues ya se imaginaban barrenando las olas, luciendo sus trajes de baño, haciendo castillos en la arena, etc.
Estaban casi seguros de lo que dirían sus padres, que viajarían en el mes de enero, cuando hace más calor y no llueve tanto, además generalmente papá tiene días libres en ese mes. Todo cerraba al dedillo.
Ya pensaban en hacer una lista con las cosas que no deberían olvidarse, como un juego de naipes, unas revistas de pasatiempo, hojas, lápices y la pelota. Ah! La caña de pescar! El verano pasado vieron cómo un niño de su edad sacaba peces del agua como si fueran conejos, y se lamentaron de no poder pescar por no contar con el equipo completo.
Finalmente los padres de los chicos llamaron a una reunión familiar y dieron a conocer su decisión:
“Niños, este año hemos remodelado la casa y esto nos ha traído muchos gastos, que si bien estaban contemplados en nuestro presupuesto, nos han dejado con pocos ahorros. No creemos que sea prudente gastarlo para las vacaciones. Así que hemos decidido quedarnos y hacer vacaciones en casa.”
 Las caras de los niños se iban desfigurando a medida que oían la peor noticia de sus vidas. Uno de ellos se puso a llorar, la hermanita pataleaba en el suelo y el mayor de los niños se quedó mudo, como si le hubieran cerrado la boca y no podía emitir una sola palabra.
Los papas, aunque estaban tristes, les dijeron palabras de aliento y lograron calmarlos diciendo:
“Chicos, amamos a Dios, y le hemos pedido a Él que nos guíe en esta decisión, le hemos dicho que queremos hacer su voluntad, porque es agradable y perfecta y hemos entendido que debemos reservar nuestros ahorros, y que este año hacer las vacaciones en casa es lo mejor para nosotros aunque no lo entendamos.” Explicó el papá, y luego agregó que en la Biblia hay una promesa que Dios le hace a quienes le aman y que dice:
“Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de los que lo aman y son llamados según el propósito que Él tiene con ellos” Romanos 8:28
Entonces, aunque los chicos estaban desilusionados porque no podrían ir al mar este verano comprendieron que si había orado para preguntarle al Señor qué debían hacer, y él había respondido de esta manera ahora no podían cuestionar la decisión. Seguramente quedarse en casa esas vacaciones cooperaría para el bien de ellos, aunque en ese momento no sabían bien por qué.
Cuenta la historia, que ese verano una mañana escucharon el timbre de su casa. Eran sus primos que venían de lejos a visitarlos de sorpresa. Los chicos saltaban de la alegría con saltos y gritos de júbilo tan eufóricos que hasta algunos vecinos salieron a la puerta para ver de qué se trataba semejante alboroto.
En ese instante, uno de ellos miró al cielo y recordó la promesa que Dios le había dado, y entendió que aquella decisión que lo hizo llorar tanto cooperó para el bien de ellos y de toda la familia.
Dios fue fiel con ellos y cumplió su palabra!
Por Natalia Managó